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El movimiento identitario gallego, ilusionado y esperanzado tras los años de clandestinidad, se debatía, allá por el año 1981, entre continuar con las referencias maximalistas, de ruptura, que en la dictadura articulaban su discurso, o bien derivar hacia un galleguismo asimilable por la ciudadanía, transversal, y de corte más cultural y simbólico. El debate, la reflexión, las movilizaciones y actividades políticas de aquellos años, vieron como aquella noche supuso una reformulación de sus objetivos. La liberación nacional, la revolución o el cambio ya no se encontraban en el horizonte social.

El temor que ocasionó el golpe de Estado provocó una huída masiva de la militancia política nacionalista, en la mayoría de los casos la más activa y preparada, hacia la realización personal y profesional, dejando de lado los sueños colectivos. Por decirlo llanamente: la gente, invadida por el acongoje, o bien se fue para sus casas o bien tornaron hacia tendencias más conservadoras a la hora de la movilización y participación política.

Sobre las consecuencias que tuvo el 23F en el devenir del nacionalismo gallego y en la evolución política de los meses posteriores profundiza, de modo muy claro y detallado, Afonso Eire, en forma de diferentes capítulos, en A Nosa Terra. Lectura muy recomendada para entender, en cierto modo, el nacionalismo gallego actual.

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