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Este texto me ha tocado profundamente. No es que se diga algo excesivamente brillante ni novedoso. La cuestión es que propone algo perfectamente POSIBLE. Pero posible no sólo en tanto que es fácil de imaginar, sino que posible de materializar.

Eso se debe a que estamos ante una situación que, probablemente, no se vuelva a producir en décadas. Y uno de los hechos que ha provocado esta condición de posibilidad, es la forma en la que desde la sociedad se ha gestionado y se ha dado respuesta a aquellas cuestiones que las administraciones publicas no han sabido/querido atender.

Esto no sólo ha provocado movimientos de resistencia en común que luchaban por aquellos derechos que legalmente tienen que cubrir los poderes públicos, sino que de facto, se ha generado una nueva institucionalidad basada en la capacidad colectiva de impugnar los relatos que atomizan y aislan, haciendo por el contrario, de la accion conjunta el leitmotiv de esa nueva institucionalidad. Se ha reformulado la noción de <>, acercándola mucho más a esa definición que hacen aprenderse desde el primer día en las facultades de CC. Políticas: la política es la gestión del conflicto colectivo. Y como tal, en colectivo debe ser gestionada.

De entrada, constituye la plasmación de que la vía institucional no es el único terreno de actuación (ni discusión) política. Esto no supone descubrir la pólvora, pero la preeminencia institucionalista y partitocratica habían residualizado aquellas cuestiones que primasen la esfera de lo social. Muy ligado a ello, lo que se lograba era expropiar a los políticxs profesionales de la capacidad de erigirse en únicxs capacitadxs para <>. Y por extensión, comenzar a plantear que en tanto que elemento diferenciado de la mayoría social, sus actuaciones constituían parte del problema más que de la solución.

Pensar y actuar en común: revalorizando el/lo colectivo

Creo que habría que poner la atención no tanto en lo evidente, sino en el substrato que ha permitido que eso pueda ser canalizado. Tocaré muy por encima dos variables profundamente entrelazadas: la derrota histórica de los movimientos de resistencia de masas desde finales del siglo pasado[1], y la consiguinte renuncia a la toma del poder; el refugio en las lógicas autonomistas[2] como practicamente el único espacio de lucha.

Eso ha creado nuevas form(ul)as de conciencia, que han dado por perdida la batalla de masas y se han centrado en generar experiencias (en la medida de lo posible) al margen del sistema. Las experiencias colectivistas, cooperativistas, autogestiorias, libertarias, etc., han emergido buscando respuestas a las carencias evidentes y lógicas del Estado (concebido en el sentido que lo hace Althusser).

Sin querer adentrarme en ese fascinante temática (de la que me limito a relatar su vertiente positiva[3]), y centrándonos en la aplicación práctica, lo importante es saber en que ha cristalizado esta nueva lógica:

– por un lado, la creación de una narrativa en positivo, una perspectiva capaz de proponer y no sólo oponerse y responder. Pasar de lo reactivo (dando por hecho que el terreno en disputa viene dado por el enemigo, y por tanto, aceptando nuestro papel dependiente), a lo proactivo[4].

– unos nuevos léxicos que abandonan ciertas posturas puristas/derrotistas que han hecho de la derrota un fetiche y a su vez, una muestra de autoafirmación ideológica[5].

Es importante esta transformación, porque estas ideas en clave cooperativa, que inicialmente tenían un impacto local o sectorial, pueden ser ahora la guía para un proceso de cambio que está en marcha. La autogestión/autoorganización que se suponía la señal diferenciadora de grupos de naturaleza exclusivamente libertaria, se ha convertido, en la praxis, en parte del ADN de gran parte de las iniciativas sociales (y hasta políticas) que tenemos actualmente sobre la mesa. Desde la PAH, hasta las Mareas, pasando por cooperativas de consumo, monedas sociales, bancos de tiempo, y demás propuestas que priorizan una apuesta por lo local, de proximidad, enfatizando al pequeño comercio, preservando y ayudando al medio ambiente, liberando espacios (físicos y abstractos), etc., todos, son una herramienta de transformación social de primera magnitud. Y ha sido la autoorganización de gente consciente la que ha permitido arrancar y mantenerse a esas iniciativas

Pero creo que estamos en un ciclo en el que esas propuestas deben expandirse. Dichos movimientos, con un público consciente pero minoritario, pueden/deben «democratizarse», no en el sentido de ser asamblearios (que por definición lo son), sino pasar a ser mayoritarios.

Si a ello le sumamos toda la gente que se ha involucrado en las diferentes olas de protestas de los distitnos sectores (habitacional, sanitario, educativo, laboral, etc.), tenemos un caldo de cultivo para progresivamente, pensar en una transicción cultural, en nuestros hábitos de vida y de consumo diarios. Concuerdo perfectamente con Harvey cuando afirma «ha llegado el momento de centrarse en la vida cotidiana, en sus dificultades y sus satisfacciones, como nuevo semillero para la organización política«. Porque es en dicha cotidianeidad donde la gente se subjetiviza de manera mas nitida. Porque una de las caracteristicas del sistema es que ha conseguido asimilar la figura de «perdedor» (looser) como sinonimo de pobre. Y ya no solo de pobre, si no simplemente con la figura de frustrado. En una conversacion, una representante de Stop Desahucios me explicaba que una de las cosas que más le emocionaba, era que personas que inicialmente se acercaban con la dignidad por los suelos y un agotamiento emocional manifiesto, acababan participando en diversas actividades de manera efusiva. Y me daba la clave: porque se han vuelto a sentir útiles. Y ser útiles, es en definitiva entroncar problemas individuales en soluciones de índole comunitaria. El que se vuelve a sentir útil no solo es un triunfo para sí mismo, sino para toda la sociedad que puede beneficiarse de su fuerza. Transformar personas en sujetos comprometidos es una victoria colectiva para toda la sociedad. Ese proceso de valorización es el esqueleto que se necesita para mover todo el cuerpo social hacia un camino distinto. Articular todo ese caudal con vistas a expandir lo alcanzado hasta la fecha, es el reto al que debemos enfrentarnos. Pero es necesario aceptar el reto si queremos aspirar a un futuro digno.

He ahí la clave: entender que la sociedad que queremos ha de regirse por otros valores, otros principios y otras dinámicas. Tengo claro por donde pasa todo eso: en crear nuevas formas de relación integradoras y abiertas, que deben ser articuladas de manera armónica, dando el salto de lo marginal (no en sentido peyorativo sino cuantitativo) a lo general, llegando a cada esquina de nuestra experiencia vital, cotidiana, diaria.

Debemos pensar que es posible. Que podemos hacerlo. Porque crear un relato, es comenzar a visualizarlo. Hemos de renunciar a nuestra posición subalterna, poniendo encima de la mesa que tenemos un proyecto para una sociedad distinta. Honor y respeto a los que han resistido. Pero el tiempo ha cambiado y ahora nos toca a nosotros llevar la iniciativa.

Porque fueron, somos, hagamos nuestra la consigna: «CONSTRUIR ES VENCER»


[1] Reforzado con el soporte intelectual de Fukuyama y su El fin de la Historia

[2] Cuya experiencia politica fundamental es el movimiento zapatista, y su autor de referencia, John Holloway, con su obra Cambiar el mundo sin tomar el poder

[3] Para tratar algunas de sus limitaciones, Garcia Linera aporta explicaciones altamente interesantes. Pero personalmente, recomendaria la visualizacion de este video http://www.youtube.com/watch?v=a9iFrRUNqpQ

[4] Es importante ver los avances que se han producido con el concepto de «cooperativa integral», del cual, es de recibo mentar a la que primero testó el modelo y sirvió de referente: la Cooperativa Integral Catalana

[5] Soy consciente de lo sintético y peligroso de esta afirmación. En ningún momento se intenta minusvalorar el trabajo realizado durante muchos años por todxs esxs militantes que han creído en la causa de un mundo mejor. Si hay futuro hoy, es gracias a esas «honrosas excepciones», a las cuales, no nos queda otra cosa que mostrar respeto, agradecimiento y admiración. Ni mucho menos comparto la idea que resta validez a las ideologías. Sólo apunto a que han surgido discursos mas ágiles no lastrados por referencias que estaban en un proceso de incertidumbre histórica. En palabras de German Cano «las nuevas generaciones políticas[…] están […] más inmunizadas de la tentación melancólica que generaciones anteriores

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