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Entre las muchas enseñanzas que los diferentes procesos revolucionarios latinoamericanos están poniendo sobre la mesa, la que sobresale por encima del resto, es la emergencia de la idea de «patria» como eje central y elemento solidificador sobre el que se aglutina la mayoría de la masa social de cada país. En las últimas elecciones en Ecuador (ganadas doblando en porcentaje de votos al primer candidato opositor), Rafael Correa incidió constantemente en la idea de <> (el partido fundado por él se llama Alianza PAIS [Patria Altiva y Soberana]), y en este elemento descansa tanto su discurso como su éxito.

La explicación de porqué esto es así es sencilla, y deberíamos entenderla con la distancia emocional necesaria para que nuestros prejuicios no interfieran: la gran aportación revolucionaria es integrar a la población de estos países en un proyecto emancipador común, en el cuál, ellos son los principales beneficiarios del proceso en tanto que elementos excluidos del sistema en las etapas anteriores. Como nos subraya Zizek:

«lo que Hugo Chávez ha empezado a hacer en Venezuela, no es incluir a los excluidos en el marco liberal-democrático preexistente; por el contrario, está tomando a los <> habitantes de las favelas como su base y después reorganizando el espacio político y las formas políticas de organización de manera que estas últimas se adecuen a los excluidos. Pedante y abstracta como pueda parecer, esta diferencia -entre <> y <>- es decisiva¹»

No hay que olvidar que número de votantes aumenta constantemente en las elecciones latinoamericanas, fruto de ese proceso de subjetivación política de las masas, olvidadas y que ahora sí que ven cristalizadas sus aspiraciones y demandas. La simbiosis entre los proyectos de <> de los dirigentes y las aspiraciones populares, es absoluta: patria y pueblo son sinónimos. El pueblo se transforma en patria. La patria es la encarnación del pueblo.

Existe además un factor social multiplicador de esa comunión: la extracción social de muchos de los líderes latinoamericanos es popular. Le decía Cristina Fernández de Kirchner a Oliver Stone en su documental Al sur de la frontera: «Por primera vez en la región, los gobernantes se parecen a los gobernados […] La cara de Evo es la cara de los bolivianos». Este elemento es básico para que la gran parte de la población se sienta participe. Son la voz de los que siempre han estado oprimidos, y han llegado para cambiar la realidad, buscando el bien para la mayoría. Llevan interiorizado en lo más hondo de su ser la máxima zapatista de «mandar obedeciendo²» .

Bajo ésta variable fundamental, es sencillo articular una idea de <> vinculada irrevocablemente con la subjetivación política de la gran parte de la población que había estado al margen y alejada, ya no sólo de los resortes de poder y los lugares de toma de decisión, sino que en muchos casos, no llegaban al status de ciudadanos en el sentido contemporáneo.

Esa soberanía individual (o autodeterminación/emancipación), demandada y conseguida para los habitantes de la patria (el pueblo), también es perseguida para la patria entendida como <>. El surco fundamental abierto por Hugo Chávez es redefinir la cuestión de soberanía en un momento donde la totalidad de los Estados estaban abogando por una cesión/pérdida de la misma, encarnada ésta en una desregularización brutal y ahondando en la disminución de su tamaño, dejando los sectores estratégicos en manos de empresas trasnacionales sin arraigo en el país y que sólo reinvierten una ínfima parte de su beneficio en el mismo.

Pero en Latinoamérica este proceso se está revirtiendo: los beneficios obtenidos por la explotación de los recursos se quedan mayoritariamente en el propio país, redundando de manera positiva en el aumento de todos los indicadores sociales. Y esta cuestión apunta a otra esfera de la que podríamos extraer enseñanzas: en Occidente se ha engañado a la gente con el pretexto de la ignominiosa frase de Thatcher <> (no hay alternativa), subrayando que sólo hay una forma de actuar, y a la que de manera servil se ha plegado toda la errática socialdemocracia moderna y posmoderna. ¡Pero claro que hay alternativas! En eso reside la grandeza de la POLíTICA. Y de ahí se deriva tanto el odio visceral con la que estos procesos revolucionarios son tratados, así como las divisiones sociales que se dan en estos países. En Latinoamérica (y eso es algo reconocido por todos), nadie se atrevería a decir que en las elecciones se presentan el mismo perro con diferente collar. Eso es que hay un debate ideológico patente. Y eso, es, en definitiva, una conclusión que nos debería animar: si hay voluntad de que así sea, la política jugará su papel.

Retomando la noción de soberanía, cabe recordar que además de llevar aparejado el control efectivo sobre el espacio y recursos delimitados por las fronteras, tiene otra vertiente: la capacidad de tomar decisiones sin injerencia externa. Y en este terreno, los avances han sido paradigmáticos. EE.UU. y las organizaciones a su disposición, nunca había visto tan limitado su poder en su «patio trasero». Los equilibrios de poder regionales nunca le habían sido tan adversos. Su imperialismo, jalonado con infinidad de intervenciones en pro de socavar la soberanía de los Estados latinoamericanos, es menos efectivo que nunca. Y esto se debe a que si hay algo que todos los líderes de la zona tienen claro, es que la inferencia estadounidense ha sido dramáticamente negativa y perversa, y la causante, además, de los desequilibrios estructurales y sociales que padecía la región.

Esta conjunción de elementos derivadas de la redefinición de soberanía, permite dotar al concepto de <> de unas connotaciones muy alejadas de las que se entienden desde aquí. La noción de patria forjada al otro lado del Atlántico es indisoluble de POLíTICA, justicia social, dignidad, democracia, honestidad, autodeterminación, sentimiento de orgullo de formar parte de un proyecto común, confianza en el futuro, progreso constante, cambios reales, recuperación de los valores culturales constitutivos de muchas de las múltiples comunidades existentes, etc.

Son muchas las enseñanzas que se podrían extraer. Quizás sea el momento de prescindir de la ceguera etnocentrista y colonial que pervive con total nitidez en muchas mentes, y aprender de aquellos que han abierto un camino distinto. La invitación está hecha. Allá cada quien que crea que puede dar lecciones de democracia o de socialismo únicamente por ser europeo.

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¹ Zizek, Slavoj: Primero como tragedia, después como farsa. Akal, Madrid, 2011, p. 119
² Una buena muestra de ello es el papel reservado a lo que en Ciencia Política se denomina accontability, es decir, el control sobre los actos de los políticos. Sirvan como ejemplo, un par de artículos entre los muchos consagrados a tal fin. La vigente Constitución venezolana recoge que:
Artículo 66. Los electores y electoras tienen derecho a que sus representantes rindan cuentas públicas, transparentes y periódicas sobre su gestión, de acuerdo con el programa presentado.
Artículo 72. Todos los cargos y magistraturas de elección popular son revocables.
Por su parte, la Constitución de Ecuador codifica que:
Art. 98.- Los individuos y los colectivos podrán ejercer el derecho a la resistencia frente a acciones u omisiones del poder público o de las personas naturales o jurídicas no estatales que vulneren o puedan vulnerar sus derechos constitucionales, y demandar el reconocimiento de nuevos derechos
Art. 100.-
4. Fortalecer la democracia con mecanismos permanentes de transparencia, rendición de cuentas y control social.
5. Promover la formación ciudadana e impulsar procesos de comunicación.
Para el ejercicio de esta participación se organizarán audiencias públicas, veedurías, asambleas, cabildos populares, consejos consultivos, observatorios y las demás instancias que promueva la ciudadanía.
Art. 101.- Las sesiones de los gobiernos autónomos descentralizados serán públicas, y en ellas existirá la silla vacía que ocupará una representante o un representante ciudadano en función de los temas a tratarse, con el propósito de participar en su debate y en la toma de decisiones
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