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En su post del jueves, Boris hablaba del debate que pudimos presenciar el miércoles en el Instituto Federal Electoral. Antes de nada, remarcar el altísimo nivel de los José Woldenberg, Lorenzo Córdova, Denise Dresser o José Antonio Crespo entre otros. Realmente, con unas mentes así, con unos análisis tan claros y concisos a uno le cuesta un poquito más comprender la situación de este país. Más allá del debate a favor o en contra del voto nulo, lo que era común a todos los componentes de la mesa era que en este país hay una insatisfacción evidente con la clase política y que es necesaria una nueva reforma, tanto del sistema electoral como de las estructuras sociales y económicas.

Pero hay algo más. Culpar a la clase política mexicana de la mala situación del país no es una equivocación, pero tampoco es un acierto completo. He visitado México en tres ocasiones, he pasado más de 60 días en este país, y esta mañana hemos vivido una situación en la calle que resume uno de los grandes problemas de esta sociedad, y de otras.

Cuando volvíamos de desayunar en el Sanborns de La Bombilla (Coyoacán), nos hemos encontrado con un chico joven, bastante pasado de kilos, tirado en la calle boca arriba, semi-inconsciente, convulsionando y rodeado de vómito (creo que es necesario dar los detalles). Hemos visto al chico allí tirado como 30 metros antes de llegar a su altura y de todas las personas que pasaron por su lado, ninguna se paró, ninguna le ayudó y si alguna le miró, fue de reojo. A un metro y medio, en la misma acera en la que estaba tirado el chico, había un puesto de comida; el dueño de ese puesto permanecía quieto, haciendo su trabajo, sin acercarse al joven.

Al llegar a su altura, hemos preguntado a un chico que estaba en la parada de autobús, si alguien había atendido al chico. Nos dijo que creía que la policía había llamado a la ambulancia. En la acera de enfrente, había cuatro policías. Hemos cruzado, les hemos dicho la situación del joven y se han limitado a contestarnos con un «Ah, sí. Allí está.» Han llamado a una patrulla que pasaba por allí, quien al parecer ha dado aviso a la ambulancia. Creo no exagerar si digo que en ese momento habría como 10 policías a menos de 20 metros de una persona joven, convulsionando, vomitando, y ninguno se acercó para ayudarle.

Tras todo esto -cuestión de poco más de un minuto-, uno de los policías nos ha dado las gracias y nos ha dicho que siguiéramos nuestro camino. Mientras la gente seguía pasando, mirando de reojo, sin darse cuenta de que mañana ese joven podrían ser ellos.

México siempre te recibe bien, te trata fenomenal. El cariño de la gente es permanente cuando visitas este país, que siempre he considerado (y lo sigo haciendo) fantástico. Pero tras lo vivido esta mañana surgen ciertas preguntas. ¿Realmente la sociedad puede culpar de todos sus males a la clase política mientras no es capaz de pararse a ayudar a un joven que se encontraba en la situación que hemos visto esta mañana? Si no te involucras, sino eres capaz de empatizar con una persona en esa situación, ¿lo puedes hacer cuando se trata de trabajar juntos por mejorar el país en el que vives?

Estoy convencido de que mientras no se dé el cambio social tampoco se dará el cambio en la clase política.

«No comuniques, involucra.» Guillem Bonafont.

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