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¿Por qué no ocurre? Son muchos los que lo preguntan, y muchas las respuestas que se ofrecen, unas argumentadas: «Por qué no se produce un estadillo social «de Ignacio Sánchez Cuenca, y otras muy ocurrentes, como la de Rafael Hernando, portavoz adjunto del Grupo popular en el Congreso: «No salen a la calle porque saben que el Gobierno hace lo que debe«.

Hay quien echa de menos un partido, una vanguardia o la metáfora que se les ocurra, capaz de vertebrar las protestas, pero en un momento como el actual, postmoderno, en el que se ha desmantelado toda organización por jerárquica y/o autoritaria, por obsoleta, porque la disciplina y la militancia se consideran rémoras de antaño; en un momento en que los partidos de izquierda se han convertido en clubes de opinión y engranajes electorales, y los partidos de derechas funcionan según modelos empresariales y se rigen por los principios de una comunidad de bienes, la solución no parece estar en la vanguardia organizada al estilo clásico.

La mayoría de la ciudadanía considera las ventajas sociales no como logros arrancados gracias a la lucha de clases, perdón, a la lucha social, sino como concesiones emanadas de la Constitución y del Parlamento, e incluso el fair play callejero empleado por los sindicatos concediendo todo el protagonismo a las Cumbres entre organizaciones empresariales y sindicales, ha provocado la sensación de que todo ello es algo ajeno a los propios intereses.

A la aculturación y falta de protagonismo de 40 años de Dictadura debemos añadir otros tantos de desculturización consensuada durante la Transición, en la que la ciudadanía se convirtió en mera espectadora de los tejemanejes de los poderes. No ha habido una pedagogía democrática y de preocupación ciudadana por la res pública, las lecciones perdidas parece que se están recuperando con celeridad.

La creencia en la reversibilidad de las medidas, ajustes o recortes forma parte de la cultura de la Transición, instalada en esa especie de turnismo PP-PSOE y en la convicción de que lo que descompone uno le toca componerlo al siguiente, como si realmente el capitalismo financiero, deslocalizador y amante de los paraísos fiscales estuviese respetando las reglas del juego. La metáfora de que viajamos en la misma nave se está desvelando en negativo.

Sin embargo pulsando en Internet y con gente que vive en los epicentros de protesta, las grandes capitales, la situación no parece estar tan tranquila y sosegada como los medios de comunicación verticales nos representan en sus boletines. Los mass-media son conformadores de opinión y tratan de mostrar la falta de alternativas callejeras e ideológicas. En el siglo XXI las respuestas no pueden ser sólo las mismas que las del S. XIX o del S. XX: Manifestaciones, mitines, escraches o enfrentamientos con las fuerzas del orden son respuestas propias del siglo XX; en este nuevo siglo XXI la contestación al abuso y saqueo de derechos por parte de la dominancia presentará también formas alternativas a través de la cibernética y otras formas de comunicación y solidaridad. Las veremos con el tiempo.

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